Serenamente, en la bella Nápoles

 En la bella Napoles también se muere, incluso, de causas naturales y serenamente.

Las funerarias napolitanas, como sucede en otros países mediterráneos, no han perdido la costumbre de anunciar la muerte en las paredes. Las viejas costumbres, sobre todo cuando se pueden conjugar con una publicidad empresarial efectiva y de bajo coste, hay que conservarlas.

Como la vida solapa a la muerte, así los carteles anunciadores de unas funerarias sepultan los de otras funerarias que contienen difuntos más antiguos, en una especie de juego de naipes en que una carta entierra a la anterior.

¿No existe un juego de barajas llamado La Napolitana, en el cual un jugador puede renunciar a jugar las siguientes bazas si declara, precisamente, napolitana?

Igual sucede con la muerte –también en Nápoles–, pero en este caso la renuncia a seguir jugando es de obligado cumplimiento para el difunto, por muy buen juego que le haya tocado en la última baza, por mucho que haya rezado a san  Genaro y a santa Patricia o por muy perro que haya sido.

La Parca acoge por igual a todos, en un sereno gesto de auténtica democracia que para sí quisiera la Vida.

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