Me aflige un gran dolor por la dimisión de Esperanza Aguirre

¿Qué se apuestan a que Esperanza Aguirre va a afirmar, próximamente, que la extracción del petróleo en las costas canarias no sólo es buena para el turismo sino que favorecerá grandemente a la industria hotelera del archipiélago?

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Les aseguro que nada me causa más desazón que la dimisión de la Presidenta de Madrid y principal Adelantada de ese futuro antro llamado Eurovegas. Me he unido a las lágrimas de Esperanza Aguirre desde que me llegó la noticia de que pasará a formar parte del Instituto de Turismo de España, previa llamada a su compañero José Manuel Soria que la recibió con los brazos abiertos. La razón de mi pena es muy simple y tiene su origen en un silogismo evidente:

1. Aguirre va al Instituto de Turismo de España.

2. Canarias vive del turismo.

3. Aguirre tendrá participación en la gestión de la principal industria canaria.

A la vista de las políticas de Soria hacia Canarias y de los continuos desbarres de su nuevo fichaje, sólo se me ocurre pensar en aquella frase de Pepe Monagas, cuando andaba perdido en medio del Atlántico: ¡Que Dios nos coja confesados a los canarios!

En verdad os digo que si yo tuviera un hotel en ese archipiélago infortunado, ya estaría buscando comprador. Por ejemplo, pensaría en algún primo de Aguirre que se dedique al negocio y esté interesado en invertir unos euros. O, mejor aún, el propio Sheldon Adelson, el cual no me extrañaría que apareciera por estas tierras, ahora que tiene una amiga, como decía la difunta Carol King en su famosa canción.

El talante negociador de Soria y la política de hechos consumados de Aguirre se complementan perfectamente. Para empezar, me imagino a esa industrial pareja innovando en materia turística. Por ejemplo, desviando las ayudas para los vuelos turísticos al archipiélago hacia campañas para futuros visitantes de Eurovegas o pagando publicidad elevisiva para anunciar internacionalmente las excelentes cualidades del petróleo canario.

Es posible que yo esté especulando sobre barbaridades que nunca se convertirán en realidad. Pero, teniendo en cuenta los esperpentos político-económicos que nos sacuden desde hace algún tiempo, mucho me temo que me esté quedando corto y la realidad sea mucho peor que mis expectativas más pesimistas.

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