Un alemán inventa una ballena artificial

Como todos sabemos, las ballenas están desapareciendo de los océanos. No es un problema nuevo, sino que ya en el siglo XIX revistas y periódicos publicaban noticias al respecto. Si uno repasa las páginas decimonónicas de las hemerotecas, pronto cae en la cuenta de que a nadie parecía preocupar demasiado que se extinguieran especies animales, si no significaban una pérdida como fuentes de materias primas. Y una de las principales fuentes eran, precisamente, las ballenas. ¡Imaginen si eran importantes que la guerra ruso-japonesa se inició por una disputa en el acceso al Mar del Japón y al Pacífico Norte para cazar ballenas!

De manera que cuando se publicó la noticia de que en la ciudad de Meinzen (Alemania) se estaban fabricando ballenas artificiales, llamadas Wallosin (la palabra alemana Wal significa ballena), los lectores pensaron dos cosas: que el problema estaba solucionado y ¡qué listos eran los alemanes que hasta inventaban ballenas!

Pero mejor es que lo lean en este artículo publicado en España, a mediados del siglo XIX.

A los inexpertos en el tema de las ballenas nos puede parecer un completo dislate tanto la noticia como el invento de Vockler. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Ciertamente, este alemán no inventó una ballena, sino un material fabricado a base de juncos (spanisches Rohr cuya traducción literal sería cañas españolas) que imitaba el hueso o barba de ballena. En efecto, el producto era más barato que el obtenido de las ballenas naturales y, además, podría haber reducido la caza de cetáceos, si la ambición humana fuese algo menos desmedida.

La fábrica se estableció en Cölln, cerca de Meißen, en una comarca donde se venía fabricando porcelana desde principios del siglo XVIII. Los juncos eran sometidos a un tratamiento con vapor de agua, a unas cuatro atmósferas de presión, para sumergirlos después en una solución de caucho. También se añadían azufre y aceite de alquitrán mientras se sometía todo a presión. Finalmente, se secaba y se preparaba en forma de varillas listas para su venta.

A pesar de todas sus ventajas, el Wallosin de Th Vockler tenía un gran problema para utilizarlo como varillas de paraguas: resistía mal la humedad y, después de soportar un aguacero, esas verillas se doblaban o partían, dejando el paraguas inservible.[1]

 

En torno a la misma época en que apareció el artículo anterior, un farmacético catalán publicó un libro que, entre otras cosas, hablaba de las ballenas, de sus productos y de su caza. Dejando aparte sus observaciones xenófobas, aporta una excelente información sobre los conocimientos que a mediados del XIX se tenía sobre estos cetáceos. He seleccionado algunos párrafos de interés.

«Sería muy largo y casi imposible enumerar los diversos usos á que se destinan y pueden destinarse las barbas de ballena Sirven en una multitud de artes: en las obras de torno son muy propias para cajas de tabaco, estuches, y mil pequeños utensilios ; pero su uso mas considerable es para la armazón de los paraguas y de las sombrillas, siendo para este objeto casi indispensable. En efecto, los numerosos ensayos hechos para suplir á la ballena con otros cuerpos no han dado muy felices resultados, porque esta es la única que reúne la solidez conveniente, la ligereza y la elasticidad perfecta que deben tener las varillas de un paraguas, para eyectar instantáneamente la corvadura necesaria cuando éste se abre y volver igualmente pronto á la forma rectilínea cuando se cierra.

También se hace un inmenso uso de esta sustancia para ballenas de corsés de mugeres, para látigos, y elegantes y duraderas varillas de los dandis. Las piezas de tornillo de los tubos de pipas de fumar, los de un sin número de instrumentos de física y de química requieren asimismo ballena, que, en todas estas ocasiones, es tan solo imperfectamente suplida con el cuerno, mucho mas expuesto á quebrarse, á deformarse y á alterarse que la ballena, que resiste por otra parte mucho mejor que aquel á una elevación de temperatura. Finalmente, todo lo de las barbas se utiliza: los pedazos muy delgados, y hasta las astillas mismas que se separan mientras se trabaja, no quedan sin uso, pues con ellas se hacen varillajes de abanicos, guarniciones de corbatines, armazones para sombreros de señora, etc., etc.

Después de este uso casi general de la ballena, no debe causar admiración su elevado precio, cuando la pesca no ha sido favorable, ó no nos llega á Europa en abundancia.

[…] Los principales productos de la ballena son la grasa y las barbas. La lengua de la ballena está cargada de bastante grasa para poder suministrar hasta 6 toneles de aceite. De los tegumentos, de la capa espesa de tejido celular grasiento que se halla debajo del dermis, y demás partes grasas, se extraen á veces hasta 60 y 80 quintales de aceite, y se dice también hasta 130. La grasa tiene un olor fuerte y repugnante, y pasa fácilmente á la fermentación pútrida; pero aunque el aceite que de ella puede extraerse retenga en parte este olores no obstante buscado, en razón del uso considerable que de él se hace en las artes y en la economía doméstica; la fabricación de los jabones negros, el mejoramiento de la brea de marina , y sobre todo la preparación de los cueros consumen enormes cantidades de aceito de ballena, que ofrece también un recurso precioso para el alumbrado.

La ballena, además de estos dos productos que la hacen buscar por los buceadores arriesgados que se exponen a esta industria lucrativa, suministra también al hombre colocado bajo un ciclo ingrato algunos otros recursos contra la necesidad. Los habitantes de los climas helados comen á veces su carne fresca, que también la hacen secar y ahumar para conservarla; pero es muy dura y seca, y ciertamente es un alimento muy repugnante, atribuyéndole en Rusia la propiedad de hacer reaparecer los síntomas de la sífilis; según Romlelet, la lengua y la cola son nutritivas, de buen gusto, pero de difícil digestión. Con los intestinos, aquellos infelices se procuran ligaduras y cuerdas muy resistentes y casi inalterables; forran con las membranas de la ballena esas frágiles embarcaciones en las cuales ellos no temen arrostrar los peligros de la alta mar y los témpanos de hielo mortíferos que ésta acarrea; los excrementos del animal les sirven para teñir de color rojizo muy sólido sus estofas; en fin, los largos arcos de la cavidad torácica de las ballenas le  presentan excelentes armaduras, y un combustible muy precioso allí donde no se encuentra casi otro. De creer es que todas estas partes, despreciadas por los pescadores, acabarán por ser recogidas, y, sometidas á preparaciones convenientes, ofrecerán un nuevo alimento á la industria.

Los Groenlandeses emplean también como alimento la piel y las aletas de este cetáceo; los antiguos hablan do una especie de pan hecho en gran parte con huesos de ballena, que comíanlos ictiófagos del tiempo de Alejandro el Grande.

En medicina, el aceite de ballena ha sido recomendado como emoliente y sedativo, y la grasa como emoliente; el miembro genital desecado, contra la impotencia, la leucorrea, la disentería y también la pleuresía; el hueso de la caja del tímpano ha sido preconizado en la cólica, las enfermedades de las vías urinarias, etc.

Barbas de ballena.

Láminas córneas, colocadas las unas junto á las oirás, un poco oblicuamente hacia atras, que las ballenas francas llevan en vez de dientes en la cara palatina de los huesos maxilares de cada lado de la boca.

El tejido de estas láminas ofrece una aplicación de fibras longitudinales muy finas y muy apretadas, como impregnadas de un cimento gelatinoso endurecido. De esta textura resulta un cuerpo muy elástico, muy flexible y muy resistente , del todo incorruptible y de una duración indefinida.

[…] Los mismos Groenlandeses, á pesar de su natural estupidez, no tardaron en aprender á pescar la ballena, y trajeron aun, en el ejercicio de esta industria, ingeniosos recursos sugeridos por la necesidad , que es un gran maestro. A falta de los medios usados por los Europeos, y careciendo de largas sondalesas y de bastimentos capaces de resistir por su masa y la fuerza de sus velas á los esfuerzos de la ballena, imaginaron para reducir en sus saltos al fogoso animal un expediente cuya idea había sido ya indicada por los Romanos; ataron odres de piel de foca á los arpones, y suplieron con el número á la fuerza del las máquinas; lanzaban encima de la ballena una granizada de estos harpones así dispuestos, que primero estorbaban los movimientos del animal, y concluían por hacerlos casi imposibles; entonces los salvajes se tiraban al agua, y sostenidos por sus vestidos de pieles impermeables, comenzaban en el mismo lugar el destazamiento, que concluían en la costa.

Sea de esto lo que fuere, en la Groenlandia, una pesca en la que tantos especuladores tomaban parte, debió terminar por alterar en tales aguas la reproducción y el desarrollo de la raza ballenera. Estos animales abandonaron sucesivamente este mar, y aunque los procederes de la extracción del aceite se hubiesen perfeccionado considerablemente, al punto que la misma cantidad de grasa pudiese suministrar el doble de aceite do lo que producía primitivamente, las ventajas de la gran pesca del Norte disminuyeron de una manera muy rápida.

Preciso fué perseguir á las ballenas en las costas de la América septentrional, quedando Spitzberg, Groenlandia, y sus establecimientos comerciales casi totalmente abandonados. Más tarde, se supo por los navegantes que los mares de la América meridional no estaban desprovistos de ballenas, y la pesca en el Sud sucedió á la de la tierra de Labrador, del estrecho de Davis, y del banco de Terra-Nova; menos fecunda, en verdad, esta pesca ofrecía por otra parte la ventaja de presentar menos peligros.

En muchos puntos, los naturales de estas pesqueras se iniciaron en la pesca de la ballena: vióse á los Americanos cercar á estos animales con sus innumerables canoas de corteza, espantarlos con sus gritos penetrantes, su música discordante, el ruido de sus grandes remos, y conseguir asi hacerlos varar en la playa; otros mas intrépidos se echaban á nado para alcanzar la ballena, y la clavaban á golpes de mazo una gruesa clavija de madera en uno de los espiráculos, con la que se zabullía, y cuando volvía á parecer á la superficie del agua, repetían la misma operación en el otro espiráculo. La ballena, sofocada por falta de inspiración del aire, abría la boca para recibirlo, pero como no englutía sino una enorme cantidad de agua, perecía en fin por asfixia, derivaba con el vientre hacia arriba, y se la podia remolcar sin grande esfuerzo hasta la playa inmediata en donde era destazada.

El descubrimiento de nuevas regiones, y las relaciones mas frecuentes con los mares de las Indias, hicieron también conocer la existencia de ballenas en las diversas partes del Océano austral, habiéndose establecido la pesca de este cetáceo en diversos puntos, como en la bahía de Santa-Helena, el cabo de Buena-Esperanza en Africa, y otros apostaderos. La segundad y la mayor duración de la pesca en climas más benignos compensaban lo largo de la travesía y el inconveniente que aquella presenta en alta mar.

[…] en 1833 tenia la Inglaterra 8t navios destinados á esta industria, que juntos formaban un total de 36,393 toneladas; el número de ballenas cogidas fué de 1,563, que dieron: 12,610 barricas de aceite, á 1,900 rs. vn., Valor de  23.959,000- rs. vn.; y 676 barricas de barbas, á 11,875 rs. vn., valor de  8.027,500 rs. vn., que forman un total de 31.986,500 rs vn.»

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A principios del siglo XXI, los principales productos que se obtienen de las ballenas son los siguientes:

Aceite de ballena: Aceites para usos industriales, iluminación y alimentación.
Espermaceti: cosméticos, lápices labiales, lápices grasos.
Ámbar gris: Fijadores de perfumes, considerado como el más valioso de los productos de la industria ballenera.
Glándulas endocrinas e hígado: productos farmacéuticos, hormonas, vitamina A.
Carne: Representa al 1.7% de la carne consumida en Japón.

Las excusas supuestamente científicas en que se amparan los países que continúan cazando ballenas obtienen una nueva dimensión si tenemos en cuenta el informe “Reinventando las ballenas”, publicado por la asociación ecologista británica Whale and Dolphin Conservation Society (WDCS) con motivo de la reunión de Agadir.

Este informe se refiere a las nuevas vías comerciales para los productos derivados de la ballena en la industria farmacéutica, cosmética o de la alimentación de animales. Estas industrias han sido muy rápidas en ver las posibilidades de utilización de estos ingredientes y han patentado procedimientos que incluyen su uso, desde pelotas de golf hasta tintes para el pelo, detergentes ecológicos a bebidas nutritivas. “Noruega, Islandia y Japón”, indica el informe, “están decididos a reinventar las ballenas para el siglo XXI, y van a utilizar cualquier permiso de caza otorgado por la CBI para continuar con el desarrollo de nuevas industrias para su uso”.

WDCS denuncia que existen empresas, ubicadas en países como China, Irán, Rumania y República Dominicana, que fabrican productos de cosmética con, entre otros ingredientes, el esperma de ballena. Y ello a pesar de que la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres prohíbe el comercio internacional de partes y derivados “fácilmente identificables” de ballenas.

Mientras la CBI reflexiona, Japón y Noruega intentan demostrar que el aceite de ballena es beneficioso para el tratamiento de enfermedades comunes como la osteoartritis. Si son capaces de demostrarlo, quizá consigan que los países miembros de la CBI aprueben la reanudación de su caza comercial.

Otros países balleneros, como Islandia, están, sin embargo, más interesados en otras salidas comerciales y prefieren dedicarse a la elaboración de harina de ballena para alimentar peces de criadero y ganado.

La pregunta que podemos hacernos es esta: ¿cómo podemos contribuir nosotros, individualmente, para que no continúe la masacre contra las ballenas?

No es fácil conseguir nombres concretos de productos que contienen restos de estos cetáceos. Pero el informe de la da algunas pistas para comenzar a tirar del hilo.

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NOTA

[1] «Von den Surrogaten und Nachahmungen, zu denen auch gebeiztes Rindshorn gehört, scheint sich nur das von Th. Vöckler in Cölln bei Meißen erfundene Wallosin (Walosin) einer größeren Verbreitung zu erfreuen. Es besteht aus geschältem und vierkantig gespaltenem spanischem Rohre (Stuhlrohr), das schwarz gefärbt, unter Dampfdruck gekocht, völlig getrocknet und hierauf mit einer Lösung von Kautschuk und Guttapercha mittels hydraulischen Druckes imprägniert wird; zugleich werden durch eine Schwefelteeröllösung die beiden Stoffe vulkanisiert. Die schließlich gedämpften, gewalzten und bestgetrockneten Stäbe können als (künstliches) Schirmfischbein Verwendung finden. Bei wenig sorgfältiger Imprägnierung wird aber das spanische Rohr leicht Wasser aufnehmen und sich krümmen und verziehen. Die größte Verwendung fand das Fischbein in der Zeit des Rokoko, in der die mächtigen Reifröcke und panzerartigen Schnürbrüste der Damen enorme Mengen benötigten.» (Lexikon der gesamten Technik, Herausgegeben von Otto Lueger, , Deutsche Verlags-Anstalt, Stuttgart y Leipzig, Alemania, segunda edición, 1904–1920)

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