Ha muerto el profesor Ramón López Caneda, en Vigo, el pasado día 17 de julio. Tengo la seguridad de que a cuantos le hemos conocido nos cuesta digerir una noticia que no esperábamos, que nos deja por completo desolados, pensando que todavía nos faltaba pasar algunos ratos con él, y terminar conversaciones, y comentarle algo que quizás podría interesarle, y…
Ya nada de esto es posible. Así es la muerte. No sólo siega la vida de quien nos deja, sino poda sin piedad las posibilidades y las esperanzas de los que se quedan un tiempo más.
A Ramón López Caneda lo conocí mientras yo reunía documentación para escribir una obra sobre Antonio Ruiz de Padrón. Era impensable abordar una biografía sobre el Diputado doceañista sin recabar opiniones de López Caneda. Realmente, me costó dar con él, aunque pasé mucho tiempo intentando localizarle.
Después de varios viajes, muchas llamadas y visitas, una persona de O Barco me facilitó su número de teléfono. Acordé una cita para cinco meses más tarde y, llegado el día, me presenté en Galicia, en su casa del Concello de Rubiá, donde vivía con su hermana, rodeado de tierras labradas por su familia.
Mientras fumaba un cigarrillo detrás de otro, Ramón se entusiasmaba hablando sobre Ruiz de Padrón, el cura gomero que había sido párroco del vecino pueblo de Villamartín de Valdehorras, activista contra los ejércitos de Napoleón y, a continuación, Diputado por Canarias en las Cortes de Cádiz y, por Galicia, en las Cortes constitucionales de Madrid.
Cuando le comenté que Ruiz de Padrón aconsejaba trabajar a los frailes que iban a pedir limosna, me dijo: «Pues me parece bien que les diera ese sanísimo consejo, porque la mejor manera de mantener el espíritu alegre, vivo, positivo y abierto es hacer que duelan los riñones un poco de vez en cuando.«
Aun siendo gallego, Caneda poseía un espíritu muy abierto y era capaz de expresar sus opiniones directamente, sin subterfugios. Hombre profundamente religioso, poseedor de un sentido crítico que le hacía opinar sobre la iglesia de una manera tan racional que asombraba.
Cuando fui a verle, ya llevaba algunos años jubilado de su cátedra en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, pero reflejaba un aspecto físico joven, concurrente con su espíritu curioso y emprendedor. Dos días más tarde, partía a recorrer el Camino de Santiago, tal vez por quinta o sexta vez, al tiempo que escribía una guía del Camino para peregrinos, la cual terminó publicándose en el año 2010.
Ramón López Caneda conocía bien la documentación existente sobre Ruiz de Padrón. Fue él, precisamente, quien desenterró del Archivo Diocesano de Astorga los documentos relativos al procesamiento eclesiástico que le condujo a pasar unos años terribles, encerrado en la prisión religiosa del monasterio de Cabeza de Alba, ubicado en los fríos montes de la provincia de León.
Gracias a su amabilidad, guardo una filmación de varias horas entrevistándole o, mejor podría decir, charlando con él mientras bebíamos café, porque era imposible no involucrarse en su discurso apasionado, claro y, sobre todo, humilde.
Hace escasos meses, logré comprometer al ocupadísimo López Caneda para que me presentase en Madrid la segunda parte de una novela que escribí sobre Antonio Ruiz de Padrón. No podrá. Y sin él no será lo mismo. Con tristeza, contemplo a las Parcas, cada vez más ciegas, destejiendo sus madejas demasiado rápido este mes de julio.
Leo con enorme gusto este articulo y posteriores comentarios sobre la persona de Ramón Lopez Cabeza. Ramón era mi tío…hermano de Nabor. Mi nombre es Nabor..y mucho disfruté con mi tío Ramón.. Un amante de la naturaleza de los viajes de los libros y del buen cine un conversador inteligentisimo con una preparación académica increíble.. Mucho aprendí de el. Gracias a todas las personas por sus buenos comentarios.
Hoy, después del trabajo, llego a casa y como cada cierto tiempobusco alguna referencia a mi maestro… a un hombre que me ayudó a definirme como profesional y educador. Este año maldito se está llevando a mucha gente de mi entorno…
Siempre que paseo por El Puerto me quedo mirando esperando a ver aparecer esa figura menuda y vivaz, de aspecto siempre impecable; caminante incansable, mejor observador, atento, de extarordinaria memoria…
Hoy, desgarciadamente, me he enterado de la muerte del hombre que enseñó «a mirar hacia arriba» a más de una generación de canarios.
Gracias, Don Ramón.
LOS QUE VIVIMOS CON EL GRANDES TEMPORADAS DE HOSPITALEROS COMO YO, EN SU AMADO AVE FÉNIX, SIEMPRE LE RECORDAREMOS CON CARIÑO. FUE UNA PERSONA EXCEPCIONAL, VIVÍA EL CAMINO, ADORABA A LOS PEREGRINOS Y POR LO QUE ME CONTÓ LA ULTIMA VEZ QUE NOS VIMOS, AL FINAL CUMPLIÓ SU DESEO DE AYUDAR AL APÓSTOL SANTIAGO EN LO QUE EL NECESITASE, Y LE NECESITO, COMO TODOS LO NECESITAMOS Y SEGUIREMOS NECESITANDO, SE FUE UNA PERSONA MUY QUERIDA POR MI Y CREO QUE QUERIDA POR TODOS LOS QUE LE CONOCÍAMOS. DESCANSA EN PAZ RAMÓN Y ESPÉRAME QUE YO TAMBIÉN SUBIRÉ ALGÚN DÍA.
Fue un hombre extraordinariamente inteligente, trabajador y de gran talla en todos los sentidos.