Esta imagen (pulsar sobre ella para verla mayor) pertenece a un guachinche (una especie de restaurante humilde que existe en las Islas Canarias) de Tenerife. Todo este abigarramiento de iconos y estampas religiosas, de frases ingeniosas, horteras e ingenuas, de flores de plástico, de calendarios y escudos deportivos, de recortes de prensa y de programas de fiesta forma parte de la decoración habitual de numerosos negocios diseminados por nuestros campos. Una estética barroca que habitualmente pasa desapercibida a nuestros ojos isleños, pero capaz de competir en originalidad y tradicionalismo con las de Latinoamérica o las orientales.
Gran parte de la identidad canaria tiene su reflejo en estas paredes que, a buen seguro, los artífices de la cosa turística y de la modernidad atorrante eliminarían de raíz. Pero, queramos o no, ésa es, precisamente, una parte de nuestra raíz, la que nos mantiene sujetos a nuestra cultura real, tan ajena a los papá noëles, a los toros y a los hallowines.
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