Cartel publicitario en una calle de Nueva York.
En esta misma fecha de agosto, hace seis años, el huracán Katrina estaba a punto de entrar en Nueva Orleans. Pero el cambio climático no perdona y ahora los vientos tropicales se atreven a rugir al Norte en su propia cara. El huracán Irene llega a Nueva York, incluyendo a Wall Street, donde parece preocupar más el estado de la Bolsa que el del calentamiento global. Sin embargo, escupir hacia arriba, aunque sea con dinero contaminado, conlleva el riesgo de que el mismo salivazo caiga en la cara de quien lo lanzó. Por esto, ahora, Irene está llamando a la puerta.
Vivir las consecuencias del huracán Katrina de cerca me sirvió para saber que en los Estados Unidos de América hay dos zonas económicas, culturales, sociales y políticas muy diferenciadas: el Norte, representado por Nueva York , Massachusetts,… y el Sur, por Alabama, Luisiana,… En el Norte: el dinero, las buenas universidades, las oportunidades. En el Sur: el analfabetismo, la mala sanidad, la precariedad económica. No vamos a entrar en las razones de estas diferencias tan acusadas, pero es evidente que existen.
El paso del huracán Katrina por Luisiana dejó un rastro de muerte y destrucción que no sólo se pudo haber evitado, tomando las medidas adecuadas, sino que, posteriormente, se debió actuar para ayudar a los damnificados. Pero no se hizo. Se dejó a millones de personas a su suerte, sin que el gobierno federal de Washington moviera un dedo para ayudarles. Algo tan penoso como incomprensible.
Rascacielo de Nueva York.
Hoy vuelven a ser patentes la diferencias Norte-Sur. La llegada del huracán Irene a Nueva York ya ha provocado que se desalojen trescientas cincuenta mil personas de la ciudad, se hayan activado todas las alertas y puesto en marcha hasta el último dispositivo de prevención. Porque Nueva York es el Norte y, al parecer, la vida de sus ciudadanos vale más, muchísimo más, que la de un negro, un cajun o un isleño de Luisiana.
Me preocupa lo que pueda suceder en NYC, naturalmente. Deseo que no se produzcan víctimas ni sea dañado un solo edificio. También quiero ver la parte positiva: quizás el huracán Irene sirva para que la próxima catástrofe en el Sur de EEUU reciba idéntico tratamiento.
Podríamos continuar hablando del mismo tema respecto a los países vecinos, como Haití, México o Guatemala; pero hoy no toca.
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