No sé cómo han llegado otros a la literatura de Jorge Luis Borges, pero yo arribé a sus laberintos cuando buscaba extensiones de Edgar Allan Poe. Me perdí en ellos con la esperanza de no volver a encontrarme, pero había demasiados tigres y espejos señalando la salida.
Cuando estuve al sol, encontré que Borges se había convertido en políticamente incorrecto. No supe si odiarlo por ser tan cabrón u odiarlo por ser tan buen literato.
Incapaz de deshacer ese nudo gordiano, esperé señales que me iluminaran. Sin embargo, con la misma incorrección política llegaron después mujeres a las que amé, músicas que me fascinaron y autores como Vargas Llosa cuyas prosas he reverenciado.
Mañana, 14 de junio (tic-tac), hace 25 años que (tic-tac) se le terminó el tiempo (tic-tac) al maestro Borges (tic-tac) en una ciudad de relojeros. Hoy, es el día en que me pregunto si la corrección, la política y el amor tienen algo en común o si la existencia de cualquiera de estos elementos requiere la obligada ausencia de los otros dos.
Lo cierto es que debo contradecir a Augusto Monterroso, afirmando que cuando el dinosaurio despertó, Borges aún continuaba allí.
Manuel,
He leído algunos pocos textos tuyos. No me parecieron nada, simplemente son inteligentes y por eso suenan raro. Felicitaciones. Alberto Zelaya