¿Qué sería de nosotros y de nuestro idioma si de pronto los carcamales venerables lingüistas de la Real Academia Española se aburrieran de estar en la sombra mediática y decidiesen hacerle la competencia a Belén Esteban? ¿Y si para salir por la pequeña basura pantalla dijesen tonterías a manta y después las desmintieran apresuradamente?
Dejando volar nuestra fantasía, imaginemos que por cada demanda que pusiera o recibiera la Princesa del Pueblo, la Loca Academia de la Lengua debería cambiar el nombre a una letra, hacerla desaparecer si fuera posible o emplear misiles para fulminar una pequeña tilde que no le hacía daño a nadie. ¡Y, con la misma velocidad que la Belén resuelve una demanda, nuestros estrafalarios académicos deberían convocar una rueda de prensa para retirar, a continuación, sus extravagantes irreflexivas normas!
¿Se imaginan que hoy dijeran, por ejemplo, que se les ha ocurrido cambiar el nombre a la ‘y griega’ y que de ahora en adelante todo el mundo debe llamarla ‘ye’, como en el parvulario? ¿O que escribir ‘sólo’ con tilde es una falta de ortografía? ¿O que colocar un guión en una palabra compuesta es propio de un analfabeto?
¿Y que una semana más tarde convocaran a los periodistas para decirles que lo han pensado mejor y que no van a cambiar nada?
Claro que eso es imposible. En la Real Academia Española hay gente seria, señores que reflexionan gravemente sobre cada norma, sobre cada letra, sobre cada palabra, sobre cada término foráneo incorporado al Diccionario, sobre cada pequeña alteración gramatical para conservar la lengua española esplendorosa, limpia y estable.
Lo contrario jamás sucederá. Quien imagine algo así, además de un loco, es un mal patriota. Créanme.
grandes verdades manolo. comulgo con todo lo q comentas. deberían dejarse ya de babiecadas y mantener el castellano – o si prefieres lengua española – como la conocemos. si no vas a mejorarla mejor dejarla tal cual.