La actividad de la cohorte servil -que lisonjea y defiende a los dueños del planeta- ha comenzado ya: buscar víctimas para dirigir sus dardos y culparles de la miseria de Haití. La consigna es confundir, confundir y confundir. Decir que ese país es pobre porque quiere serlo, que los haitianos sólo tienen lo que se merecen por sus propios méritos, que por mucho que se les ayude no van a salir de los pozos de indigencia,… Se trata de usar la pluma para construir cortinas y ocultar la realidad que debía permanecer oculta, pero que un terremoto imprevisto ha puesto de manifiesto sin permiso de la autoridad competente.
Un artículo de opinión, y no de “análisis” como pretende su enunciado, acusa a los haitianos de ser los únicos responsables de su actual situación económica, social y política. Apareció el sábado pasado en El País y lo firma Bertrand de la Grange: en un pie de página aclara que es periodista y escritor.
Nunca antes había leído algo de este señor periodista ni sé cuáles son sus ideas políticas, pero es evidente que esa acusación le sirve para absolver a Francia y a Estados Unidos de cualquier responsabilidad sobre la pobreza en Haití. Se basa el opinionista -que no analista- en que la única responsabilidad del país galo ha sido la de cobrar, en la década de 1860, 150 millones de francos (al parecer, unos 15.000 millones de euros actuales) a Haití a cambio de reconocer su independencia, llevada a cabo en 1804. Haití los pagó.
Según el artículo, ahí quedó todo, pues tanto Francia como Estados Unidos dejaron de hacer la vida imposible al país caribeño por constituir “un mal ejemplo” para otros esclavos negros que quisieran liberarse. (Respecto a esto conviene no olvidar la creación de Liberia, en África, por esclavos liberados en Estados Unidos, y su terrorífica deriva hacia el caos gracias a la “ayuda” de los países europeos en la región* . Recomiendo encarecidamente el libro Viaje sin mapa, de Graham Green, en el que el escritor británico relata de manera pormenorizada el viaje que realizó por Liberia en 1933).
Lo que expone este periodista no es nada nuevo ni original. Es la simple transcripción de una de las tesis más retrógradas del pensamiento europeo: sin los colonialistas, los países que fueron colonizados van camino de la bancarrota. Lo dijo España en Cuba, en Filipinas, en Chile, en Uruguay… Hoy, esta cantinela es repetida por los gobernantes franceses e ingleses en África cada día, también la graznan sus bancos y hasta sus filósofos amaestrados y premiados que parecen decir una cosa cuando están diciendo la contraria, como Sami Naïr y otros teorizantes de la nada. Es la canción del ave carroñera sobre la presa que se le ha escapado: Sin mí jamás podrás contemplar este paisaje desde el cielo: deja que mis garras te eleven desde tu miserable suelo para que puedas ver lo que yo veo: déjame civilizarte, hermano, pero ten paciencia hasta que llegue tu hora feliz: la happy hour en la que encontrarás todo a mitad de precio.
Esta es la razón de que el coro de histriones entone la acusación de villanía hacia las élites intelectuales de los países más pobres. Saben que solamente una parte de esas élites es la que planta cara a los bancos del primer mundo, a las petroleras del primer mundo, a las compañías del primer mundo que van a llevarse cuanto pueden para sus casas opulentas.
Si un dirigente africano se corrompe, dice el coro, es porque todos los africanos son corruptos, con ansias de robar a su pueblo y de masacrarlo. Esta es la canción colonizadora, con la letra de siempre, la de toda la vida, la que conoció la abuelita y la que nos quieren hacer aprender a nosotros para que la repitamos en Haití, en Yemen, en cualquier lugar donde los buitres encuentren sustento para seguir creciendo.
¿Y la música? De eso, mejor no hablemos…
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(*) “Dos problemas a los que se tuvo que enfrentar la administración fueron la presión de los poderes coloniales vecinos, Reino Unido y Francia, y la amenaza de la insolvencia financiera. Ambos amenazaron la soberanía del país. Liberia conservó su independencia durante la repartición de África, pero perdió extensos territorios, que pasaron al control británico o francés. El desarrollo económico se vio retrasado por el declive de los mercados de los bienes liberianos a finales del siglo XIX y el pago de deudas, que afectaron gravemente a la economía.” Ver más sobre la historia de Liberia.
Ahora no sé si los Medina y todos los que con ellos están siguen en la casa de sus vidas.
Los he conocido el día en que quizás, ójala nunca, los monstruos del poder acaben con ella y con algo bueno para todos.
Yo también estoy con ellos. Ellos son el pueblo. Ellos son el viento, el sol, la sal, el mar y la tierra.
Tengo una esperanza: Que no ocurra. Que no ocurra nunca, a nadie. Que sigan el viento, el sol, la sal, el mar y la tierra.
Estoy a vuestro lado. Vivo en la misma casa.
Un fuerte, fuerte y largo abrazo.
Estimado Sr. Mora.
Soy una componente de la familia Medina-Cáceres y me gustaría que se pusiera en contacto conmigo en cuanto le fuera posible. Es para comentarle unas tristes novedades en cuanto a nuestra casa de Berrugo.
Agradecería se pusiera en contacto en el e-mail de mi comentario.
Gracias.