El escritor y su Patria

La sabiduría humana consiste en ser tolerantes.

C. Bini

Decía mi adorado Borges que a cada país le gusta ser representado por un libro y que casi nunca, paradójicamente, ni ese libro ni su autor se parecen a su país de origen. Que el espíritu liberal de Cervantes en nada se asemeja al espíritu inquisitorial de los españoles, ni el de Goethe al exacerbado nacionalismo alemán ni el fluir sonoro de los textos de Shakespeare a la excesiva reserva de los ingleses.

¿Quiere eso decir que para escribir buenas obras hay que alejarse de la propia tierra, que lo mejor que puede hacer un escritor español es producir obras con espíritu ruso y los chinos escribir cuentos gallegos? Rotundamente, no. Si nos fijamos en El Quijote, lo primero que salta a la vista es que el personaje principal, Alonso Quijano, es representativo de cierta clase social abundante en el siglo dieciséis en España, los hidalgos pobres, y que los escenarios donde se mueven los personajes de la novela no pueden ser más españoles. Lo que sucede en Cervantes, y a esto se refería Borges, es que su pensamiento es crítico con las pautas sociales de una colectividad desarrollada en la intransigencia.

Precisamente por eso, su obra alcanzó tan rápida difusión y aprecio entre los propios españoles, conscientes de las cargas que arrastraba su país. Algo semejante podríamos decir sobre Shakespeare e Inglaterra o sobre Alemania y Goethe.

El escritor no puede alejarse totalmente de la tierra ni de la gente que le vio nacer, pues en ellas está contenido el meollo de su formación íntima, la cual es, a fin de cuenta, la que puede cautivar al lector y engendrar una gran obra literaria. Unas frases de Neruda, expresadas en el discurso que pronunció con ocasión de haber recibido el Premio Nóbel en 1971, pueden ser clarificadoras de lo dicho anterior-mente:

Yo vengo de una oscura provincia, de un país separado de todos los otros por la tajante geografía. Fui el más abandonado de los poetas y mi poesía fue regional, dolorosa y lluviosa. Pero tuve siempre confianza en el hombre. No perdí jamás la esperanza. Por eso tal vez he llegado hasta aquí con mi poesía, y también con mi bandera.

A pesar de todo ello, hay que tener un exquisito cuidado cuando se maniobra con los conceptos patrióticos. No es rara la tendencia a dejar constancia de que haber nacido en un lugar es mejor que haberlo hecho en otro; pero sí muy peligrosa, pues sólo produce conflictos. Todo escritor ha de ser consciente de que cuando utiliza el concepto “Patria” está apelando a sentimientos muy íntimos en los lectores, a un mito tan viejo como la poesía, por el que han entregado su vida millones de seres humanos, casi siempre inútilmente.

Supongo que, por esto, para Ernesto Sábato, la literatura nacional es aquella que expresa nuestro desconcierto, más que la que recurre a los atributos externos de vestimenta o de lenguaje.

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