Desde este brumoso y yermo día

Dieciocho de enero

A pesar de que también nació en esta fecha el divino Rubén Darío,
orfebre de rutilantes soles y desfiles gloriosos,
la mañana ha despertado gris y se ha helado el aire en las volcánicas islas
y, una vez más, querido Antonio, ha regresado el olvido.

Ni un artículo de prensa,
ni un programa de televisión
ni una charla en la radio,
ni un simple recordatorio en el Parlamento.

Todos están hoy ocupados en lo imprescindible:
analizar un partido de fútbol,
hablar de una murga infantil,
ofertar plazas de aviones para el carnaval
o verter la misma palabrería necia
que injustifica el sueldo de sus parlamentarias señorías.

Dos siglos.
Se cumplen, hoy, dos siglos
de tu Dictamen contra el tribunal del Santo Oficio.
¡El Dictamen que terminó con la «Santa» y ominosa Inquisición!,
¡el que se hizo famoso en el mundo
y con tanto entusiasmo fue traducido y publicado en los países!

Durante un siglo, Antonio Ruiz de Padrón, alcanzaste gloria
y ningún otro político de las Canarias fue tan celebrado en el mundo.
Luego, te ganó el silencio de los muertos.

Tu memoria
nublada
apaleada
arrojada a los perros del cóncavo Cronos
para ser devorada como despojo histórico.

Nadie te recordó en las aulas.
A ningún joven se le ha dado oportunidad de conocerte.

Si la madurez de un pueblo se mide
por conservar la memoria de sus hijos más preclaros,
mucho nos resta andar a los atlánticos canarios
para llegar a alcanzarla.

Todo lo habrá de cambiar Futuro.
Vendrán días, puedes estar seguro,
que se recitarán áureos versos en tu nombre
y habrá competencia entre los poetas por citar tu memoria inmortal.

Antonio, paisano del alma,
espejo de dignidad y de entrega,
andante caballero de las libertades grandes,
remero de las auroras que disipan las tinieblas,…
desde este brumoso y yermo 18 de enero,
sin perder el amor por nuestro dormido pueblo,
quiero elogiar, en esta hora, la palabra y la luz que nos legaste.

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