Casa Nelson, un guachinche que se sale

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Félix, el cocinero y propietario de Casa Nelson, en plena faena.

UNA CASA COMO UN GUACHINCHE (o viceversa)

El guachinche Casa Nelson se encuentra situado junto al Barranco de Santos, al lado de la iglesia de la Concepción. Frente al Museo de la Naturaleza y el Hombre (antiguo Hospital) y al TEA, en Santa Cruz de Tenerife. En la actualidad, está considerado un clásico entre los entendidos y goza de una selecta clientela que lo visita con regularidad. Y con razón.

Un guachinche, aclaro para quienes no viven en las Islas Canarias, es un pequeño negocio en el que se vende vino a granel, guardado en un garrafón y servido en botellas de a «cuarta» o de a «media», para acompañar platos de la cocina isleña que acostumbran a servir los propios dueños. Lo habitual es que los guachinches se localicen en la zona de medianías de las islas, a poca distancia del bosque, pero también es posible hallarlos en la costa o en algún que otro rincón de las ciudades.

Un guachinche tiene que colgar una pizarra, o no es guachinche.

Casa Nelson no posee una historia tan larga como otros guachinches afamados, pero todo el mundo lo elogia como ejemplo a seguir. Tanto su decoración ­–una mezcla de folclore-barroco-pop-equipocrónica– como los sabores y texturas de sus comidas dejan huella en quienes llegan a cruzar la pintoreca puerta rosada que abre diariamente a las doce del mediodía y cierra antes de las seis de la tarde.

Detrás de una pequeña barra de madera y de una báscula roja de venta antigua, se encuentra Félix Toledo, el propietario. Quizás su origen palmero le ha conferido ese maravilloso don gastronómico del que hace gala. Con productos de primera calidad, sin complicaciones ni secretos esotéricos, Félix elabora una gastronomía original y sustanciosa que arranca murmullos de entusiasmo a los comensales habituales y a los forasteros que llegan a sus cuatro o cinco mesas por recomendación o por casualidad.

Fíjese bien en el reloj… y verá por qué aquí no avanza el tiempo.

No conviene llegar tarde. Más de una vez me he quedado sin mesa por confiarme demasiado. Algunos días, la gente parece necesitar, urgentemente, una buena dosis de endorfinas y pone proa a Casa Nelson, sabedora de que el placer culinario está garantizado. Como reza una de las muchas frases que pueden leerse en sus viejas paredes: «Con los pantalones puestos, no hay mayor placer que una buena comida».

Gran parte del encanto del negocio radica en la personalidad del propietario, con cuya amistad me honro desde hace muchos años. A Félix lo conocí yo en los montes de Córdoba, donde nos alojó graciosamente el ejército español, y, después, en Cádiz, donde volvimos a encontrarnos. Félix siempre ha tenido alma de artista y maneja los pinceles con tanta soltura como los cucharones, incluso, en una época de su vida vivió de sus cuadros. Sin embargo, esa afición a la pintura y a la libertad le trajo malas consecuencias en el cuartel, a pesar de que ya hacía tiempo que se había muerto el enano del Ferrol.

La carta, en un cartón de cigarros, comodiosmanda.

Un día, no se le ocurre a Félix otra cosa que pintar un porrón del cuartel con los colores de la bandera canaria. No tuvo suerte. A un teniente, que había estado destinado en Canarias durante la época dura del MPAIAC en los años setenta, tan pronto vio el blanco-azul-amarillo le saltaron todas las alarmas. Puso firme a toda la compañía. Interrogados los canarios, Félix tuvo la valentía de admitir que él era el autor de «la banderita de feria», como definió aquel oficial a la enseña canaria. Creo recordar que hubo un «ejemplar» castigo por tan grave atentado al ejército español, si bien, en definitiva, lo único que consiguió el tenientillo de marras fue que los isleños nos uniéramos como una piña para «proteger» a nuestro pintor. Incluido el batería de la orquesta Los Chavez de Hermigua, a quien alimentábamos con leche y galletas, y cuyo sueño era convertirse en Cabo Tambor.

Después, la playa de Cádiz, su centro histórico y sus pescaítos fritos fueron testigos de nuestros paseos invernales, adobados con una continua nostalgia de las islas. Siempre ha sido un gusto conversar con Félix Toledo, un hombre con opiniones e ideas originales que sabe, cabalmente, cuál es el valor de la amistad tanto como el de una buena comida. Por cierto, no dejen de probar sus ensaladas.

Exterior del guachinche, con la torre de la Concepción al fondo.

Desde hace años, de vez en cuando, solo o acompañado, aparezco por el guachinche Casa Nelson, estrecho la mano de Félix y dejo que me prepare una de las mejores comidas que puedan tomarse en Santa Cruz. Al finalizar, nunca falta un magnífico postre de chocolate, una cafetera recién sacada del fuego y, si no hay demasiados clientes, una buena conversación.

Habiendo muerto Humphrey Bogart, habiéndose difuminado el auténtico París, habiéndonos despedido de todas las abundancias del capitalismo golfo, no hay por qué desesperar, amigos,… ¡Siempre nos quedará Casa Nelson!

CODA

Nunca pensé que terminaría siendo un corrupto más. Pero se ve que la vida da muchas vueltas y no se puede decir de esta agua no beberé o, más finamente, «Never sey never». El día 5 de agosto del año 2014, confieso que entré al guachinche Nelson con intención de comerme una ensalada, pero en su puerta vi un cartel que ofrecía chicharros frescos. Quizás, esto me exima de lo que sucedió después.

Para empezar, Félix alias Nelson, el dueño, me recriminó porque en este post no aparecía su número de teléfono. Entonces, confieso que le dije:

–Te lo pondré siempre que me invites a un plato de chicharros.

El hombre se removió inquieto, pero terminó por ceder a mi chantaje sutil. Me sirvió no sólo chicharros, sino que los acompañó con un plato de papas bonitas negras y batatas, además de dos quintos de cerveza, un postre exquisito simulando un extravagante nido de capirote con dos huevos de quícara, y una cafetera de rico café (de qué otra cosa iba a ser, verdad). Así que no puedo negarme a incluir su teléfono aquí, cumpliendo una de las más importantes leyes de la corrupción: lo que se promete, se cumple (excepto si eres un político, se entiende).

Teléfono de Nelson:  658 98 44 48

Interior de Casa Nelson: observe el garrafón de vino sobre la barra.

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Plano de Casa Nelson. Calle Afilarmónica Nifu-Nifa.

2 thoughts on “Casa Nelson, un guachinche que se sale

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  1. Desde este Chile lejano suscribo todo lo dicho en la nota. Recuerdos entrañables,quizás los mejores de mis años vividos en esa tierra maravillosa. Un punto y aparte para Félix, tremenda persona y amigo. Ojalá se regalen un tiempito y disfruten del estar donde Félix. Yo por mientras y desde lejos, sueño con el día del regreso

    Claudio Di Domenico

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